sábado, 18 de febrero de 2012

Sobre el portero Iker Casillas

NO TAN FRÍO

Para ser un portero carismático, Iker Casillas no
tiene nada especial salvo el de ser musa "gay"
(Eduardo Mendicutti: "es un ángel frío"), aparte de
ídolo quinceañero del "superpop". Ni se sube al
larguero como gorrión sobre el hilo telefónico, al
estilo del "loco" Quiroga, ni trata de regatear a los
delanteros contrarios, como René Higuita, pero no le
hace falta para el carisma que, como la elegancia
varonil según "Beau" Brummell, emana de dentro afuera,
siendo así que Iker Casillas llama poderosamente la
atención sobre él aunque no se haga el protagonista y
no la llamaría más si paseara una langosta viva por la
calle con collar de gato, como los autores malditos y
franceses. Tiene físico de arquero palomitero, ni demasiado
alto ni demasiado corpulento, pero es lo que aquel
portero del Barcelona que vestía unos horribles
chándales enbridados al empeine y que una vez se
lesionó al quemarse con la plancha en casa no fue
nunca: el mejor meta de balonmano en el planeta
fútbol. Con la edad, previsiblemente, perderá esos
reflejos de videojuego pero ganará en zorronería, y
llevará tanto tiempo como primer portero del mismo
equipo de ahora que parará balones con una simple
mirada, como argumento de autoridad. Con él España ha
superado la fatalidad de los porteros vascos, aunque
lleve la tradición en el nombre, pero sólo en el
nombre, que mucha sobriedad, sí, pero cantaban como la
Castafiore cuando no se les esperaba.
Su especialidad es rechazar (y no a los pies de
los contrarios, a ejemplo de Arconada, alias "el rey
del Parque de los Príncipes"), esas bolas como
cojinetes de las máquinas de "pin-ball" que le fusilan
a un metro, dando la impresión de que, ya que su
progresión es constante, el próximo paso será cazar
balas a manotazos en el aire.

No hay comentarios:

Publicar un comentario