domingo, 19 de febrero de 2012

Los Sindicatos añoran su franquismo

NUESTRO FALANGISMO LABORAL
En la actual número dos del PSOE, Elena Valenciano, tengo puestas todas mis complacencias. Es difícil imaginar un ejemplo más acabado de todo cuanto explica que el mundo y yo no habitemos en el mismo planeta. Con Valenciano me ahorro tener que demostrar en qué momento me tiré del tren de la historia en marcha. Naturalmente, es un elogio: ella, plenamente moderna, me libra de la mala conciencia de no pertenecer a mi tiempo. Mi reino es aquél en el que no habite Valenciano, donde no escuche cosas como que "el aire acondicionado es machista" porque no deja que las mujeres, en la oficina, vayan ligeras de ropa.
 
Ante la reforma laboral del Gobierno, dice la ex niña bien que "ni la legislación franquista se había atrevido a tanto". La legislación franquista no se pudo atrever a tanto porque es precisamente la legislación franquista la que se ha reformado, cuarenta años después (en este país, para que ocurra algo, siempre tienen que pasar cuarenta años). El "haberse aburrido" en las clases de Derecho y Políticas impidió a Valenciano tomar apuntes sobre esa "revolución pendiente" del falangismo que, ya que Franco no dejaba se hiciese en la política, se hizo en lo social. Revolución no tan pendiente. Ya que Franco no dejaba meterse en política (no se dejaba ni él), Los quelonios falangistones, con todo el tiempo para conspirar, se dedicaron al socialismo paternalista con el pueblo, especialidad de toda ideología de masas. Qué duda cabe que Girón de Velasco se hubiese presentado ante la ministra de Trabajo para forzarla a hacer, a punta de pistola, una contrarreforma de la reforma.
 
Valenciano no acabó sus estudios hace treinta años, no pasa nada. Lo preocupante es que en los treinta años posteriores no se haya enterado hasta dónde llega la filiación falangista de nuestro laboralismo. Los liberados sindicales son, indisimuladamente, la mera traslación de los mamporreros del Movimiento. Del edificio de ocho plantas de la sede central de la UGT en Murcia parece que acaban de desatornillarle el yugo y las flechas en la fachada, porque la estética de mármol mussoliniano es idéntica (de paso, las ocho plantas de la patronal, paredaña, también son mussolinianas). El entramado laboral que construyó el franquismo, que sirvió para una época autárquica, no globalizada, y con el que llevamos hundiéndonos desde entonces, se resumía en un solo principio estatista: "Nosotros te mantenemos y tú saluda a la romana cuando toque". Seguridad a cambio de dictadura. Aquello daba para que el trabajador comiese, una agradecible novedad, pero no para que se hipotecase hasta el calcañar, que es donde estamos. El franquismo no se atrevió a tanto como el Gobierno de Rajoy con su reforma, porque a lo que se atrevió el franquismo es a diseñar la superestructura laboral que quieren los sindicatos. Y doña Valenciano.

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